Thursday 19 July 2007

Confieso que también he mentido II


Apuntes para una relectura crítica de Pablo Neruda

Por Jorge A. Pomar, Colonia






SEGUNDA PARTE

Neruda y Cuba

A Guevara lo ensalza como “gran guerrillero”, “poderosa mentalidad política”, “...aquel hombre meditativo que en sus batallas heroicas destinó siempre, junto a sus armas, un sitio para la poesía”. Sabía que, en su fracasada aventura boliviana, el Che cargaba en la mochila un ejemplar de Canción de gesta, de donde sacaba munición retórica para sus incendiarias arengas. El poeta chileno, refinado y amante de la etiqueta, se calla la desagradable impresión que le causó el “guerrillero heroico” cuando lo recibió al filo de la medianoche en su despacho del Banco Nacional con las botas rusas sobre el escritorio.

En el caso de Fidel Castro le sobraban motivos para cargar las tintas. Pero, a sabiendas de se trataba de otro personaje tabú para la izquierda sudamericana, se zafa con un arrebato alegórico:

He aquí de pronto que Fidel Castro, un cubano a quien antes nadie conocía, agarra la esperanza del pelo o de los pies, y no le permite volar, sino la sienta en su mesa, es decir en la mesa y en la casa de los pueblos de América.

Gracias a estas precauciones, el poeta sorteó con éxito durante toda su vida los riesgos que acechan a los intelectuales de izquierda en su ascenso al estrellato totalitario. De paso evitaba cualquier roce público susceptible de fragmentar su vasta audiencia partidaria.

En el fondo, su ríspida relación con el castrismo deriva de su inquebrantable alineamiento con la tesis soviética del Frente Popular, la misma que hundió a la República Española y al gobierno de Allende. Castro, que salvo contadas excepciones se había ganado de entrada al grueso de la élite intelectual latinoamericana, intuía que el chileno era una baza de triunfo en la baraja cultural sudamericana.

Tal vez interpretando demasiado al pie de la letra la violencia que el poeta chileno refrenda en tantos versos, el líder cubano lo cortejó a su ruda manera hemingwayana durante el primer
tête-à-tête con él en la Embajada de Cuba en Caracas en enero de 1959. He aquí cómo Neruda describe en sus memorias el grotesco incidente con el reportero que intentó dejar constancia gráfica del encuentro sin pedir permiso:

Fidel cayó a su lado de un solo impulso. Vi que lo había agarrado por la garganta [como a la esperanza] y lo sacudía. La cámara cayó al suelo. Me acerqué a Fidel y lo tomé por un brazo, espantado ante la visión del minúsculo fotógrafo que se debatía inútilmente. Pero Fidel le dio un empellón hacia la puerta y lo obligó a desaparecer. Luego se volvió hacia mí sonriendo, recogió la cámara del suelo y la arrojó sobre la cama.

¿Un hecho fortuito o planeado? Neruda, aunque estalinista convicto y autor de belicosos poemas de agitación y propaganda revolucionaria, hombre en el fondo incapaz de retorcerle el pescuezo a un pollo con sus propias manos, consiga su horror. Empero se abstiene, prudentemente, de comentar la escena. A renglón seguido, acota: “...me parece que de aquella conversación nació Prensa Latina”. Sin duda el poeta vio rojo y rechazó de plano aquel encargo con su lógico corolario: respaldo incondicional a las aventuras del castrismo en América Latina.

Un segundo desencuentro con el castrismo tiene lugar en 1960 cuando el chileno, de visita en La Habana por segunda (había estado en la Isla en 1942) y última vez, reclama los derechos de autor por la edición cubana de
Canción de gesta y se topa con un insolente rechazo por parte de sus anfitriones. En represalia, se le encasilla como poeta burgués metalizado y se le deja irreverentemente abandonado a su suerte en el Hotel Nacional. La razón estaba otra vez de parte del despechado huésped, que no consigna en sus memorias esta infamia “al primer poeta que dedicó un libro entero a la revolución cubana”.

El conflicto estaba programado. A la luz de la historia el libro queda como un mentidero. Como indica su título, era la clásica alabanza nerudiana a los regímenes de izquierda. Sólo que el poema “A Fidel Castro” hundía el índice en la llaga del culto a la personalidad, pretendiendo aleccionar al arrogante guerrillero en unos versos admonitorios donde el poeta le obsequia una copa de vino chileno:

Está llena de tantas esperanzas / que al beberla sabrás que tu victoria / es como el viejo vino de mi patria: / no lo hace un hombre solo sino muchos hombres / y no una uva sino muchas plantas / y no es una gota sino muchos ríos / no un capitán sino muchas batallas...

Los versos son pedestres, pero el consejo no podía ser más oportuno. Ni qué decir que fue desoído. Ahora bien, el poeta se lo daba desde la perspectiva de un hombre férreamente comprometido con la variante colegiada del despotismo soviético estrenada por Nikita Jruschov, que era también la del Partido Comunista de Chile, al que Neruda pertenecía, y la de la mitad larga de sus viejos amigos cubanos del Partido Socialista Popular (comunista), muchos de los cuales pronto caerían en desgracia por querer imponer en la Isla el nuevo estilo de dirección del Kremlin.

Por lo demás, los poemas de
Canción de gesta, que en ningún caso alcanzan la categoría de epopeya anunciada en su título, son un inventario de lugares comunes alineados al correr de la pluma. Acaso la esperanza (interesada, porque en fin de cuentas el poeta rompía lanzas por su secta moscovita) en que a la postre la Revolución Cubana rectificaría su singladura de extrema izquierda sea la única nota positiva en todo el cuaderno. Oigamos al chileno en estas citas de la sexta entrega con que Granma (19-12-2004), el diario oficial del PCC, se reconcilia a título póstumo con él y, de contrabando, intenta reverdecer los laureles de una revolución marchita:

Y así demuestra con su luz la historia / que el hombre modifica lo que existe / y si lleva al combate la pureza / se abre en su honor la primavera insigne; (...) todo cae en el polvo de los muertos / cuando el pueblo establece sus violines / y mirando de frente corta y canta, / corta el odio de sombras y mastines, / canta y levanta estrellas con su canto / y corta tinieblas con fusiles. / Y así surgió Fidel cortando sombras / para que amanecieran los jazmines. (Poema IV)

...Fidel Castro con quince [¿no eran doce?] de los suyos / y con la libertad bajó a la arena. / La Isla estaba oscura como el luto, / pero izaron la luz como bandera [...]
(Poema V)

...cuando llegó del norte una semilla / amenazante, codiciosa, injusta / que como araña propagó sus hilos / y extendió una metálica estructura / que hundió clavos sangrientos en la tierra / y alzó sobre los muertos una cúpula. / Era el dólar de dientes amarillos / comandante de sangre y sepultura.
(Poema IV, “Historia antigua”)

El desencuentro en la relación de Neruda con la Isla se remonta al primer mandato de Fulgencio Batista (1940-1944). Se explica entonces por las mismas razones sectarias que lo llevaron a romper con el castrismo. Además de apoyar el esfuerzo aliado en la Segunda Guerra Mundial, Batista había llegado al poder en 1940 con un programa de corte socialdemócrata y en estrecha alianza con los comunistas del PSP.

Aunque nunca abandonó su programa socildemócrata, el "indio" de Banes no era a la sazón el dictador golpista de 1952-1959 sino un presidente constitucional mestizo de extracción humilde que encabezaba un frente de unidad popular, o sea, de izquierda, y gozaba de inmenso prestigio en Cuba y en el extranjero. De ahí el arrebato de Neruda al homenajearlo a nombre del Kremlin en la Universidad de Santiago de Chile en noviembre de 1944 con estas palabras:

Otra hora ha llegado al mundo, la hora del pueblo, la hora de los hombres del pueblo, la hora en que Batista se confunde con los héroes populares de nuestra época, Yeremenko, Shukov, Cherniakovsky y Malinovsky, que hoy golpea y deshace las puertas de Alemania, los guerrilleros de España y de China, Tito y la Pasionaria. A Batista, en esta hora que también, por desgracia, se ha caracterizado por incubar traidores y cobardes, lo ponemos en el marco de los americanos totales... (...) Batista, como hombre del pueblo, ha comprendido mejor que muchos demagogos el papel de los intelectuales, y honra a toda América (…) Los chilenos damos hoy la mano a Fulgencio Batista… Saludamos en él al continuador y restaurador de una democracia hermana.

Si bien algunos críticos de izquierda le echan en cara a posteriori y fuera de contexto histórico aquel panegírico, Neruda no andaba, pues, tan descaminado en 1944 como en 1959. Sus motivos seguían siendo los mismos. La diferencia es netamente coyuntural. Batista era entonces un demócrata aliado a Washington, que a su vez era un aliado de Moscú, mientras que Castro era un tirano totalitario contrario a Washington pero en pugna sectaria con la hegemonía de Moscú en plena Guerra Fría.

No es de suponer que el choque con Neruda con el castrismo viniera tan sólo por querer “cobrarle a la Revolución” igual que a sus generosos clientes de Europa Oriental. Pero, en descargo de sus insolentes anfitriones habaneros, hay que reconocer que hasta los guajiros repentistas criollos versificaban a diario mucho mejor, con metro y rima, en impecables décimas clásicas con menos ripios y tópicos y más oficio metafórico. Y sobre todo con más sentimiento y sinceridad, al menos durante aquellos años románticos del castrismo. En ese sentido, no huelga citar lo que pensaba realmente Neruda de Cuba y de los cubanos:

Naturalmente, nosotros los chilenos vivimos en un país muy diferente a Cuba y tenemos otras características en nuestro desarrollo, tanto cultural como económico. Una revolución en Chile la encontraría en un estado mucho más avanzado que el que tenía Cuba antes de su revolución. El pueblo chileno es eminentemente creador, es eminentemente capaz de emprender cualquiera de las técnicas. Nuestros obreros especializados y nuestros técnicos están en todas partes del continente latinoamericano aceptados muchas veces como especialistas o como técnicos consejeros de empresas. Cuba era país de un solo producto, el azúcar, y los gobiernos anteriores a la revolución descuidaron la industria de, tal manera que la revolución sorprendió a Cuba con un alto porcentaje de gente que no podía hacer en las fábricas lo que pueden hacer, por ejemplo, los obreros, los trabajadores y los técnicos de Chile.
(Entrevista con Rita Guisberg, publicada póstumamente en
Siete voces, México, Editorial Novarro, S.A., 1974

Destacan aquí el cliché sobre el pasado prerrevolucionario y la típica arrogancia sudamérica de países como Argentina, Uruguay y Chile. En otros versos, al comparar a ambos países, traza el clásico retrato sudamericano que pinta a los cubanos como un pueblo de rumberos. De haber limitado la superioridad chilena al aspecto estrictamente institucional, que ya es bastante, habría dicho una verdad incuestionable y demostrado que, con respecto al pasado de Cuba, no se hallaba en la indigencia informativa que lamentablemente suelen demostrar (o afectan) todavía tantos intelectuales famosos del mundo entero.

Para comprender la autocomplacencia nacionalista que se gasta Neruda en el citado párrafo basta recordar su jactancia al comparar el vino chileno (muy bueno, por cierto) con el francés, según él “más famoso, pero no mejor” que el de su tierra. Más adelante veremos qué hay con eso.

Los resortes económicos de Neruda

Hagamos ahora una digresión especulativa sobre los factores económicos condicionantes del sectarismo nerudiano. Ya hemos visto los malabarismos retóricos con que el poeta defendía a sus poderosos mecenas y, de paso, a su clientela. Aunque traer a colación el factor económico suene a sacrilegio cuando se analiza al “poeta de la humanidad esclavizada”, no deja de ser un recurso de reconocido linaje marxista. Neruda puede o no haber sido consciente de sus efectos, pero es una verdad de Perogrullo que ni siquiera los grandes vates pueden vivir de sus versos.

Hasta los años 40 no le faltan premios y homenajes, mas el poeta vive en precario de lo que dan sus consulados honorarios en Asia. Todavía en 1939 compra la casona de la Isla Negra con créditos de sus editores. En cambio, ya en 1953-1955 está en condiciones de costearse su residencia “La Chascona” en Santiago de Chile, seguida por una tercera, “La Sebastiana”, en Valparaíso apenas seis años más tarde. Se había operado subrepticiamente el tránsito del Neruda de la bohemia anarquizante y la agonía metafísica al Neruda intransigente, material y espiritualmente realizado en y con la utopía socialista.

El Neruda
bon vivant, coleccionista y solvente que ha quedado impreso en la pupila planetaria debía su holganza a las tiradas masivas de sus poemarios en la URSS y el resto del campo socialista, a sus honorarios por concepto de premios, artículos, entrevistas, recitales y conferencias, como miembro del Consejo Mundial de la Paz y jurado de plantilla de los premios Stalin (más tarde, Lenin). Para que se tenga una idea: la primera edición rusa de Canto general (1950) constaba de 250 mil ejemplares (en contraste con los cien ejemplares numerados de la primera edición de lujo de Residencia en la tierra, uno de sus mejores poemarios), que superan la tirada global de todos sus libros publicados en Occidente hasta la fecha.

Y es cosa sabida que las editoriales rusas pagaban con largueza y en parte en divisas. Si se añade el efecto multiplicador en las repúblicas soviéticas, en el resto de los países socialistas y en los medios culturales de izquierda del mundo occidental, resulta evidente que el poeta vivía literalmente bajo una lluvia de ingresos tan persistente como las australes de su Temuco natal.

Desde un punto de vista razonable, poco o nada habría que reprocharle en ese aspecto, y tampoco está en nuestro ánimo sumarnos a la injuria, habida cuenta de que el poeta jamás ocultó su gusto por la buena vida y no hay nada censurable en eso. Pero lo atormentaba el reproche de que sus pingües ingresos tenían más que ver con una promoción interesada de su obra que con la pésima calidad de su poesía comprometida, que ya hemos visto. Su respuesta respecto a este delicado tema en la entrevista con Rita Guibert publicada a raíz de su muerte resulta reveladora:

Lo que tengo lo pongo a disposición de la lucha popular. Esta casa en que usted está pertenece desde hace 20 años al Partido Comunista de Chile a quien se la he regalado por escritura pública. Yo estoy en esta casa simplemente por una decisión de mi partido, por la generosidad de mi partido. [...] He regalado también la casa en que actualmente viven algunos de los dirigentes de mi partido. Vivo con el producto de mis libros. No tengo ahorros, no tengo nada de que disponer sino de lo que me pagan por mis libros cada mes. Se acabó ahí. Muy bien, que los que me reprochan hagan lo mismo y que, dejen por lo menos sus zapatos en alguna parte para dárselos a otros.

Bajo cuerda la Casa de las Américas, y otras instituciones culturales cubanas, que operan del mismo modo que sus extintos homólogos soviéticos con los intelectuales latinoamericanos incondicionales, aunque mucho más parca a la hora de repartir divisas, siempre le echó en cara a Neruda, entre otras cosas, precisamente el haberse “aburguesado”.

Tercer desencuentro de Neruda con el castrismo

El tercer desencuentro entre Neruda y el castrismo sería ruidoso y definitivo, al extremo de que el autor suprime Canción de gesta de las dos ediciones de sus
Obras Completas publicadas por la editorial Losada en 1968 y 1973. El detonante fue una “Carta abierta a Pablo Neruda” que, por un ucase de la alta jerarquía cultural de Cuba, firmaron de grado o de oficio (la minoría) y a las malas (la mayoría) un centenar largo de intelectuales cubanos. En su obstinado pulso con la política soviética de coexistencia pacífica, el castrismo se erigía en tribunal de la conciencia latinoamericana y le halaba las orejas en público al poeta por haber aceptado una invitación del PEN Club estadounidense.

En síntesis, se le acusa de hacerle el juego al imperialismo y se le exhorta sin rebozo a cambiar de bando: “Necesitamos saberte inequívocamente a nuestro lado en esta larga batalla que no concluirá sino con la liberación definitiva.” La respuesta del ofendido poeta, que había puesto rodilla en tierra por la Revolución Cubana en Estados Unidos, lo retrata en cuerpo y alma. Le ajusta cuentas a Roberto Fernández Retamar, a quien llama el “sargento” y “uno más entre los arribistas políticos y literarios de nuestra época”. En otro sitio les enciende la leva a Guillén, “el malo” (por deducción) y a Alejo Carpentier, “uno de los hombres más neutrales que he conocido”. Entre “los entusiastas redactores, cazadores de firmas y promotores” incluye a Edmundo Desnoes y Lisandro Otero.

Los dos primeros calificativos no les venían mal a sus destinatarios. Lo de “promotores” era demasiado para unos funcionarios subalternos. Su propia lógica le indicaba a Neruda que el instigador no podía ser otro que el Gobierno cubano. Bajo cuerda varios atribulados firmantes de la carta se excusan ante él, que sin duda sabe que se trata de una jugada de alta política enfilada contra su partido. Aun escribiendo ya
in articulo mortis, su instinto de conservación para la posteridad le sugiere el tour de force de achacarles la injuria a los firmantes.

La causa de esta ambigüedad es que Neruda adolecía (¿qué duda cabe?) de los mismos defectos que Nicolás Guillén o Alejo Carpentier: un miedo cerval a las consecuencias de una ruptura con la izquierda. Que en el fondo él era igual que ellos un hombre tímido nos lo corrobora la voz autorizada de Jorge Edwards:

Neruda era un hombre que había perdido [...] la fe. Pero le costaba mucho romper con todo ese sistema. [...] continuamente decía que no sabía ser independiente. [...] Cuando triunfa Allende [...] enseguida Neruda es muy anticubano, pero sin decirlo públicamente. [...] Cuando yo escribí Persona nongrata me dijo: ‘Escríbelo todo pero no lo publiques hasta que yo te diga. Él sabía que el libro iba a producir reacciones muy fuertes y me advirtió.

Sin duda la persistente idealización del poeta por parte de la mayoría de los nerudólogos no se debe tanto a ignorancia u obnubilación propias como al aún bajo umbral de tolerancia del público académico y politizado al que van dirigidas sus exégesis, un auditorio insaciable en su búsqueda de mitos y personajes epónimos en el que impera una seudoizquierda nacionalista recalcitrante que, en virtud del número, prevalece tanto en los medios de difusión como en los claustros universitarios. Mala señal para Iberoamérica en una época postcomunista cuyo signo más esencial debería ser la iconoclasia, la duda sistemática.

El Neruda de
Veinte poemas de amor... y tantos otros paradigmas del subgénero dispersos en cuadernos posteriores a la Guerra Civil española, Los versos del capitán (1952), Odas elementales y Las uvas y el viento (1954), Nuevas odas elementales (1956), Estravagario (1958) o Memorial de Isla Negra (1963), junto al de las Residencias y en general toda su innovadora poesía amatoria y metafísica y sus deliciosos cantos a la naturaleza y los objetos cotidianos, enriquecerán el erotismo y la capacidad de percepción de muchas generaciones futuras, a pesar de la evitable repetición de esquemas y lugares comunes durante la segunda fase de su quehacer poético.

En contraste, el de
España en el corazón, Canto general, Canción de gesta y un profuso resto de poesía comprometida e indigenista, no sólo clasifica entre los autores más pedestres del género sino que, de tomarse en serio, conduciría en línea recta a la colombianización de la Amazonía y los Andes. No en balde el Che se lo leía a los guerrilleros en la Sierra Maestra y en su diario de la campaña boliviana (Neruda se ufana de ello en sus memorias) transcribe un verso necrófilo del “Canto a Bolívar”: Su pequeño cadáver de capitán valiente...

Hoy en día, tras el ocaso de la fútil experiencia comunista a nivel planetario y, en particular, el fiasco de “los guerrilleros en el poder” en toda América Latina, hasta las verdades más evidentes hay que dejarlas reposar. Y como parte del esfuerzo de reinterpretación del pasado reciente y sus protagonistas, conviene bajar a estos últimos, junto con sus cantores, de su falso pedestal (recuérdese en el caso de Neruda, por ejemplo, el filme italiano
El cartero, una de las peores muestras de idolatría real-socialista en la cinematografía occidental) y devolverles su talla de andar por casa y calle. Un poco, digamos, a la manera risueña de Jorge Amado en la semblanza que traza de su entrañable amigo y correligionario chileno en sus memorias, tituladas Navegação de cabotagem (Publicações Europa-América, Lda., pp. 25-26, Rio de Janeiro 1992).

El relato de Amado en síntesis: una pareja de jóvenes admiradores agasaja en casa al escritor chileno y a su colega brasileño. Aunque los atienden a cuerpo de rey, en realidad el matrimonio se ve en aprietos para satisfacer el aristocrático paladar de Neruda y sobre todo su predilección por los vinos chilenos, que no se cansa de beber y alabar. De visita en una hacienda nordestina, el anfitrión, desesperado, revela a Amado que se les ha agotado la provisión de vinos chilenos, un producto inexistente en aquella remota región. Amado le dice que recoja las botellas de vinos chilenos vacías y lo acompañe a la tienda más cercana, donde pide al dueño que simplemente trasvase los pésimos vinos brasileños disponibles a las botellas chilenas, e insiste en pagar.

En la cena de esa noche un Neruda exultante repite sus elogios a los caldos chilenos: “...No hay vino comparable al chileno; el francés es más famoso, pero no mejor”, etc. Dos detalles saltan a la vista: primero, la vanidad nacionalista de Neruda; segundo: que ni siquiera se percata de los aprietos pecuniarios de sus hospitalarios anfitriones. En verdad, cualquier hijo de vecina habría dado muestras de más perspicacia y sensibilidad humana. No obstante, este Neruda falible, de carne y hueso, es el único realmente simpático, humano; no el otro, el idealizado por la hagiografçía izquierdista, que es pura ficción de sí mismo y de sus tantos idólatras.

Conclusiones

En fin, lo que va dicho: que por un lado a Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, alias Pablo Neruda, le sobra estatura lírica para ocupar un lugar cimero en la historia de la poesía intimista, metafísica y erótica; que por el otro prácticamente la totalidad de su poesía comprometida no ha resistido la prueba del tiempo. De ahí que el fallecido poeta cubano Heberto Padilla reaccionara con ira contra uno de sus corifeos académicos:

Me llama la atención de que todos los escritores chupasangre como usted, no imaginen un cielo poético donde no aparezca Neruda, y escriban cientos de miles de ensayos o noveluchas al estilo de “Mi vida con Neruda”, “Las cartas de Neruda”, “Los viajes de Neruda”, “Las colecciones de Neruda”, “‘Las Casas de Neruda”, “Las mujeres de Neruda”, “Los calzoncillos de Neruda”, etc.

El exabrupto del autor de
Fuera de juego, nada sospechoso de derechismo (o envidia) a pesar de su dramático traspié con el castrismo, como sabemos los que tuvimos el gusto o disgusto de conocerlo personalmente, es por un lado un iracundo latigazo a quienes hacen ex catedra un modus vivendi de la exégesis de Neruda y, por el otro, una saludable invitación a la objetividad crítica de cara al hecho cierto de que en muchos liceos y universidades de Europa, Estados Unidos y Sudamérica se les sigue inculcando a los estudiantes una visión de América Latina estancada en la década de los 60 y 70.

Como si el tiempo no hubiese barrido hace rato con todos los viejos mitos sudamericanos y el muro de Berlín no hubiese sido derribado, un Eduardo Galeano, por ejemplo, ha vuelto a publicar hace poco su sensiblero, efectista, anacrónico ensayo
Las venas abiertas de América Latina, de 1971. Tal cual, sin la menor enmienda, cual si las manecillas del reloj de la historia se hubiesen atascado en aquella fatídica hora del apogeo de las guerrillas filocastristas en el subcontinente.

En el caso del chileno la nostalgia pasadista adquiere ribetes de delirio. Neruda, valga la perogrullada, fue un hombre con su balance de vicios y virtudes, generoso y amable hasta la autonegación a la vez que vanidoso e influenciable, débil, alguien que, como alguna vez él mismo dejara entrever en versos, insistió en navegar a contracorriente de su propio temperamento:
...y quieres construirte una vez / con aquello que quieres y no eres.

Se diría que, al hacer suya la consigna de "uno para todos y todos para uno", la vieja intelectualidad antisistma latinoamericana, es consciente de que la caída de uno sólo de sus ídolos surtiría un efecto de dominó fatal que arrastraría al museo de la literatura socialista no sólo a todos los demás famosos de los años 60-70 sino también a legiones de críticos y profesores que viven de su exégesis.

Por tanto, ya va siendo hora de empezar a desmontar las piedras falsas del pedestal nerudiano. Sobre todo después que, con motivo del centenario del poeta chileno, los zacatecas culturales de La Habana se apresuran a exhumar a Neruda precisamente en su faceta más controvertida, tras haberlo mantenido durante décadas en su extenso índice de renegados literarios.

A buen seguro, el entusiasmo reivindicativo del castrismo cultural no llegará al extremo de publicar también sus memorias en la Isla, llaga aún sangrante en el expediente personal de varios funcionarios del régimen en activo. Pero aquellos afortunados lectores que posean uno de los pocos ejemplares que circulan por La Habana deberían releerlo con nuevos ojos. Esto es, al margen de la deleitosa chismografía local alentada por el texto, de esas banderillas que tanto contribuyeron a que el propio autor de este artículo pasara olímpicamente por alto en su primera lectura (clandestina) de
Confieso que he vivido mucho de lo que ahora estima censurable en el chileno.

Sin desdoro de lo que a partir del centenario del poeta el año pasado pudiera arrojar de positivo la infatigable labor hagiográfica de esas anacrónicas izquierdas mitomaniáticas que aún regentan los medios académicos y editoriales del mundo occidental, en la persistente beatificación del poeta chileno juega un papel decisivo la instrumentación del mito de la Unidad Popular como parte del arsenal geopolítico esgrimido por las potencias de Europa Occidental a fin de mellar la aplastante hegemonía norteamericana.

La exaltación indiferenciada de la figura de Neruda, y en menor grado de otros intelectuales de izquierda latinoamericanos, vivos o muertos, metamorfoseados en fervientes pacifistas y dechados humanos después de haber sido durante décadas apologistas de la guerrilla romántica y la violencia revolucionaria, viene a ser algo así como el modus vivendi, el enfoque interesado de la historia contemporánea centro- y sudamericana en el imaginario de la autocompasiva, sadomasoquista progresía entronizada en fundaciones, liceos, universidades y medios de difusión occidentales.

Por mor de ser más bien un convite a la relectura de Neruda, estos apuntes críticos son igual un homenaje al poeta perdurable: sin partirlo en dos como al vizconde de la novela italiana, hay que ver al poeta chileno como un todo indivisible, como un artista fascinante que refleja como pocos la esquizofrenia ideológica de su época. Así concibe Italo Calvino al tío Medardo de su fábula. Así somos todos los mortales, quien más, quien menos.

A fin de no reincidir en sus errores, esa vuelta crítica a la vida y obra del chileno más famoso del mundo ha de hacerse, pues, sin olvidar que 1) para los latinoamericanos actuales, siempre anclados en el pasado, releer a Neruda sin preconceptos, objetivamente, es saludable como ejercicio autocrítico; 2) que en todo homenaje a él suelen abultar intereses espurios; y 3) que el tiempo puede ser circular pero ciertamente no pasa en vano, y Neruda fue a la vez víctima y victimario (de cuello blanco pero eficaz) de su época.

7 comments:

Anonymous said...

Aprovecho al tocayo pá hacer propaganda refrescante...
http://www.sidrapomar.es/productos/pomar25cl.html
Asi como antes decíamos Gracias Imnombrable, hoy decimos GRACIAS Pomar, gracias por tus textos!

Asturiano ProPomar

Unknown said...

Que bien Ibiku, revelador. Me hiciste regresar a Alturas de Macchu Picchu, merodenado las contradicciones del poeta, quien algun modo siempre escribe una declaracion de conciencia y voluntad de compromiso.

La feria del libro me encomendo hace un par de anyos, un homenaje a Neruda, y con los amigos prepare un performance con la bella Aymee Nuviola (en el cual no quedaba fuera lo ambiguo de la encomienda-exiliados cubanos en eso verdad?), que termino conviertiendose en un documental "Versos robados", dirigido por ese cineasta de trato exquisito, Orlando Rojas.

Lo curioso es que empezamos Pedro Portal y yo a buscar quien habia conocido a Neruda, aqui en Miami...y encontramos nada menos que Cundo Bermudez con sus anecdotas visuales.

De alguna manera el documental se convirtio en un homenaje a Cundo, a Rosario Suarez-Charin, a la gente de aqui y la hibridez de culturas y acentos.

El documental se exhibio a casa llena tres veces en el Festival de Cine de Miami y a mi aun me parece un bicho raro.

Jorge A. Pomar said...

Hola, Asturiano y Ri:

Gracias. Al parecer, he cambiado de tema. Pero, si os fijais bien, no hay nada de eso. En cierto modo, soy monotemático. El mismo hilo conductor recorre todos mis artículos. (De momento, no se me ocurre ninguna excepción.)

Con variantes, para entrarle al monotema desde otro ángulo y no aburrirme ni, si es posible, aburrir a los demás.

Los que ya aburren son todos esos anónimos machacones con su letanía de la envidia y el resentimiento.

Llama la atención, eso sí, que, tan hiperestésicos y excluyentes como habitualmente son en materia de talento, originalidad y preeminencia, los de La Jiribilla y la UNEAC no se hayan molestado en reivindicar el monopolio o la tajada del león en cuanto a excelencia literaria criolla se refiere.

Su abstinencia crítica es tanto más desconcertante cuanto, que se sepa, la mayoría de los miembros de la nomenclatura uneacista no escribe para Encuentro. ¿O será que, por alguna razón intuible, les han ordenado pasarse esta vez con fichas?

Ponte, codirector de la revista escrita, ¿es cierto? Vaya, hombre, de ser así, algo habremos ganado con esta feresía colectiva? Pero, descuiden, que no será a las diez de últimas, como en el tute.

Saludos,

Jorge A. Pomar

Anonymous said...

Pomar:
Me han gustado mucho tus trabajos sobre Neruda. Incluso te los envidio. Pero con una envidia sana que se llama admiración, no la que nos atribuyen esos mindundis.

Más bien diría agradecimiento. Yo sostengo esas mismas tesis y en algún lugar las he dicho al paso, pero sin la sistematicidad de tu estudio.

Todavía conservo una notas para un trabajo mayor que desde hace años tengo en plan. O tenía, porque creo que tú lo has dicho todo muy bien.

Se le atribuye a Juan Ramón Jiménez haber dicho que Neruda era "un gran mal poeta". No conozco esa cita que algunos también se la atribuyen a otros autores.

Huidobro, por su parte, fue implacable con Neruda. Tachaba de cursis los 20 + una y ciertamente lo son, como casi toda la poesía nerudiana.

Sin embargo, es ésa poesía juvenil, posmodernista y neorromántica, bastante sensiblera, la que precisamente más gusta de Neruda. Tiene algunos versos inolvidables que han pasado al imaginario latinoamericano.

Alejandrinos llenos de musicalidad rubendariana del tipo 'Puedo escribir los versos.....' o 'Me gustas cuando callas....', este último ciertamente poco feminista, como tú puntalizas, pero que yo se lo digo a la mujer cuando me agobia.

Huidobro, padre de la primera vanguardia latinoamericana, fue opacado por las cursilerías poéticas de Neruda, que luego se volverían cursilerías políticas. Quizás sintiera celos frente a un Neruda convertido en vida en todo un mito.

Octavio Paz, nobel como Neruda, también criticó con dureza la hojarasca militante de la poesía nerudiana. Y sus opiniones parece que calaron en algunos, al menos en lo que a México respecta. Basta con echarle un vistazo a algunos foros para darse cuenta que se va produciendo una revalorización (más bien, devaluación) de la mitología nerudiana.

A pesar de la idolatría latinoamericana hacia el cantor de las ruinas de Macchu Pichu, más la institucionalización de esa idolatría por parte de las autoridades chilenas, Pablo Neruda es un poeta que se desinfla de cara a la posmedernidad.

Los cubanos creo que tenemos la obligación de contribuir a desinflarlo. AGAPITO PRIETO

Anonymous said...

Felicidades. Excelente trabajo,tanto en la exposición como en las conclusiones.

Diana

Anonymous said...

Estos escritos debemos divulgarlos. Abicu dices las cosas con una naturalidad que no da chanse a la distorción maniqueista y des-ancla los pre-juicios.Excelente trabajo. espero que los chilenos lo puedan leer y comentar.

Miriam
Berlín

Nikki said...

Que bien Ibiku, revelador. Me hiciste regresar a Alturas de Macchu Picchu, merodenado las contradicciones del poeta, quien algun modo siempre escribe una declaracion de conciencia y voluntad de compromiso. La feria del libro me encomendo hace un par de anyos, un homenaje a Neruda, y con los amigos prepare un performance con la bella Aymee Nuviola (en el cual no quedaba fuera lo ambiguo de la encomienda-exiliados cubanos en eso verdad?), que termino conviertiendose en un documental "Versos robados", dirigido por ese cineasta de trato exquisito, Orlando Rojas. Lo curioso es que empezamos Pedro Portal y yo a buscar quien habia conocido a Neruda, aqui en Miami...y encontramos nada menos que Cundo Bermudez con sus anecdotas visuales. De alguna manera el documental se convirtio en un homenaje a Cundo, a Rosario Suarez-Charin, a la gente de aqui y la hibridez de culturas y acentos. El documental se exhibio a casa llena tres veces en el Festival de Cine de Miami y a mi aun me parece un bicho raro.